11:10 AM

Montón de documentales

Deben saber que mi podcast favorito se llama Film Junk.

No, no es cierto. Mi favorito es Hollywood Babble-On de Kevin Smith.

Pero Film Junk es mi segundo. Y uno de los personajes que lo conduce es un documentalista que se llama Jay Cheel. Nada de esto realmente importa, lo que importa es que él también mantiene el sitio thedocumentaryblog.com, donde tiene una lista de los 50 mejores documentales de la década. A su criterio. Obviamente. O debería decir: Duh.

Y, a la par de la lista de Ebert de Great Movies, estoy intentando verlos todos. Pero son 50 y he visto muy pocos, así que me llevará un rato.

En fin. Aquí lo que he visto:


Manda Bala
Jason Kohn, 2007

La situación en Brasil, en específico en São Paulo (por lo menos durante la realización de esta película) son aterrorizantes y deprimentes. La crímenes cada vez son más en número y más violentos. La seguridad privada parece ser la única solución para sus habitantes, quienes ya están acostumbrados a vivir en un lugar donde los secuestros, asaltos y asesinatos son una más de esas cosas que suceden en el día a día. Es deprimente, además, por los evidentes e inevitables paralelos que existen con este país donde yo vivo.


Metallica: Some Kind of Monster
Joe Berlinger & Bruce Sinofsky, 2004

Los rockeros no deben tener reglas. Deben vivir al extremo. Ése es todo el punto de volverte rockstar... ¿O no?

Drogas, alcohol y sexo. No. Intenta: terapia grupal, niños y camisas floreadas. Lo que vemos durante la producción del St. Anger de Metallica, es algo completamente diferente a lo que quizás esperaríamos, la evidencia clara de que todo el mundo crece y quien eres hoy no será el mismo que dentro de 20 años. O como dice mi papá: No es lo mismo los tres mosqueteros, que veinte años después.

Y así, vemos a James Hetfield gritando, rockeando, echando cerveza al público y haciendo todo lo que un rockstar debe hacer... en pietaje filmado a principios de los 80. De ahí cortamos a una secuencia de él mismo hoy en día y vestido en una camisa hawaiana de flores entrando a la clase de ballet de su pequeña hija. También vemos a Lars Ulrich, aquel sangrón pedante que demandó a Napster que porque no tenía suficientes millones todavía, siendo regañado por su papá, cual niñito malcriado. (Además de que en algún punto medio dice que se arrepiente de todo el desmadre con Napster). ¿Y a que no sabían que Kirk Hammet tiene un rancho y le gusta pasear a caballo?

Bueno... por lo menos ninguno (a pesar de la estancia durante un año de Hetfield en un centro de rehabilitación) está tan dado al catre* como Ozzy.

La cinta es fascinante porque vemos la construcción y autodestrucción de una de las bandas más grandes en la historia del rock. De cómo intentan convivir con sus compañeros, continuar trabajando y sobrevivir en un panorama musical que los dejó atrás hace ya varios años.

*(ed.) Lo bueno de que esto no vaya a publicarse en ningún medio formal, es que puedo decir cosas como "dado al catre".


Exit Through the Gift Shop
Banksy, 2010

Mi maestro de historia del arte me dijo que quienes deciden lo que es arte y lo que no, son las instituciones o "estructuras de poder". Básicamente, el arte es arte sólo cuando es validado por alguien o un grupo de alguienes que lo reconocen como tal. Si yo pinto un cuadro aquí en mi casa, soy pintor. No artista. Si consigo que 30 personas le digan a mi cuadro "arte", entonces ya soy artista. Algo así más o menos. Por eso Duchamp puso ese mingitorio en un museo hace tantos años. He was making a point, capisce?

Vámonos entonces a las calles. Volteamos a cualquier pared e inevitablemente veremos cinco o seis rayones de graffiti, algunos con más sentido que otros. Algunos con más mérito que otros. Los individuos más creativos (o que tienen más tiempo) se echan aunque sea el dibujo de una silueta o un rostro. Por mi casa hay una pared con los personajes de Winnie Pooh, aunque creo que eso no cuenta como street art. Habrá que preguntarle a Banksy, quizá el artista callejero más famoso del momento, y el autor de este fantástico documental que explora la naturaleza del arte y nos demuestra de manera bastante convincente, y muy a su pesar, que cualquiera puede ser artista si logra convencer a suficiente gente de que lo es.

De la forma en que lo veo, hay de dos: tu trabajo te valida (como en el caso de Banksy mismo y las instituciones que tomaron su trabajo y le otorgaron el título de Arte) o tú te validas solito: como el caso de Mr. Brainwaish, el sujeto de quien este documental termina tratando. (Digo "termina tratando" porque al principio el tema era otro y él era el director, pero Bansky le volteó las cámaras al encontrarlo más interesante que la película que estaba haciendo.)

En fin, es definitivamente una cinta que hay que ver y que indudablemente estará en los primeros lugares de muchas listas con lo mejor del año. Si le encuentras por ahí, no te la pierdas.


Touching the Void
Kevin Macdonald, 2003

¿Qué harías si estuvieras escalando una montaña que jamás ha sido escalada, utilizando el estilo más arriesgado y difícil que existe? Yo, de entrada, me preguntaría por qué demonios estoy haciendo algo que no tengo el menor interés en hacer... Pero al parecer hay gente mucho más arriesgada que yo, y quienes consideraron que lanzarse a los Andes a escalar sin hacer campamentos base cada cierto tiempo, cargando apenas lo justo necesario para llegar a la cima y volver a bajar y sin medios de comunicación con nadie más que ellos dos (y a puro grito entre tanta tormenta), sería buena idea. El resultado: uno de los documentales más escalofriantes y emocionantes que he visto.

Realizado casi exclusivamente a través de recreaciones (con la excepción de entrevistas de frente a la cámara con los tres involucrados), Touching the Void cuenta la historia de sobrevivencia de Joe Simpson y Simon Yates. No quiero decir mucho para no arruinarles nada. Entre menos sepan, mejor. Pero, ¿es recomendable? Sí. Mucho.


Lake of Fire
Tony Kaye, 2006

Si eres una persona racional, en favor del pensamiento crítico y crees sólo en las cosas para las que existe verdadera evidencia científica, seguramente cualquier argumento que comience con "la Biblia dice que" te haga perder el interés inmediatamente y salir a buscar a alguien más con quien tener una conversación. Pero no se asusten. Lake of Fire no trata de esto. Trata sobre el aborto. O más bien, sobre el debate entre la gente que siente que las mujeres tienen el absoluto derecho de decidir qué hacer con su propio cuerpo y aquellos que sienten que pueden tomar decisiones por los demás basándose exclusivamente en las "reglas" que se ha autoimpuesto el grupo dogmático al que pertenecen.

No les voy a mentir, no es una película fácil de ver, las imágenes de Tony Kaye (quien preparó este documental a lo largo de 16 años, entre los cuales encontró tiempo de dirigir American History X) son fuertes, tanto que el anacrónico blanco y negro pronto se vuelve más que entendible: sería demasiado difícil ver lo que vemos a todo color. Y tampoco crean (en caso de que alguno de ustedes sea de los que se creen superiores a los demás y por lo tanto con el poder de decidir por ellos) que está sesgado hacia alguno de los dos lados. Es, de hecho, bastante impresionante la manera en que el cineasta logra balancearse entre ambos bandos y según Roger Ebert –y yo le creo todo lo que diga Roger Ebert*–, cualquiera que vea esta película, sale sintiéndose aún más convencido de lo que entró creyendo. Una vez más, comprobamos que cada quien ve lo que quiere ver.

Cuentan en la cinta una fábula judía:
El rabino habla con la esposa enojada con su marido y al final le dice: "Tienes razón".
Luego habla con el esposo, quien también está molesto, y le dice: "Tienes razón".
Luego uno de los alumnos del rabino le dice: "¡Oiga! ¡Pero no pueden los dos tener razón!", y el rabino le contesta: "Tienes razón".

Lo que digo es que tal vez, sólo tal vez, si los argumentos de quienes se hacen llamar pro-vida (aunque realmente, fuera de que seas Jeffrey Dahmer, no entiendo quién sería contra-vida) estuvieran más alejados del reclamo religioso, tal vez, tendrían algo similar a un buen argumento por hacer. Aún así, aunque suene medio fuerte, prefiero la frase que a algún compañero en la prepa le encantaba decir: Haz de tu vida un papalote.

Cada quien tiene el poder de decidir y cada quien tiene que legalmente poder decidir. Y quienes les ayuden a ejecutar esa decisión, tienen que legalmente estar protegidos (y sentirse seguros) de hacer lo que la paciente quiere. Un doctor no puede trabajar si tiene miedo de que algún loco le vaya a disparar por hacer su trabajo. Punto. Y eso aplica para todo. ¿Quieres casarte con tu pareja del mismo sexo? Adelante, por favor. ¿Quieren adoptar a un niño? Si lo pueden mantener, por supuesto. Hay muchos niños en necesidad de amor. ¿Sientes que tu cuerpo está listo para tener un hijo pero tú no? Tienes tres meses. Hazlo y sé feliz.

¿Y tú? ¿Quieres creer en un hombre invisible que vive en el cielo y pertencer a un grupo cuyo emblema es un señor clavado a dos pedazos de madera? Hazlo.

Sólo te pido que no reces adentro de mi escuela o mi gobierno, y yo te prometo no pensar adentro de tu iglesia.


*Queridos escépticos y pensadores racionales allá afuera: estoy conciente que esto se llama Falacia Lógica de Autoridad. Pero no me importa. Roger Ebert es escéptico, fantástico y sabe más que tú. OK?



Encounters at the End of the World
Werner Herzog, 2007

Si todas las cintas de hoy en adelante tuvieran que incluir a un narrador, ojalá ese narrador fuera Werner Herzog.

Algo tiene su tono, su ritmo, su inglés masticado, que inmediatamente te envuelve en su armonía y te lleva de la mano hacia la extrañeza de la que cada uno de los mundos de sus documentales (y también sus ficciones) está permeado. En este, el cineasta visita la Antártida aclárandonos desde el principio que no tiene ningún interés en capturar a los esponjosos pingüinitos que tan de moda estuvieron hace algunos años. En su lugar, Herzog nos cuenta la historia de la gente que termina en aquel lugar: el más alejado de cualquier otro en el planeta. Hay un banquero que ahora maneja un camión, un lingüista que cuida del jardín botánico, un científico que lleva más de 15 años pasando más tiempo con aquellos pingüinos que con miembros de su propia especie. Y el realizador sólo rompe su promesa de no filmar a esos adorables animalitos, para mostrarnos uno que (por ninguna razón en particular) decide alejarse del grupo para correr hacia las montañas. Hacia la nada. "Demented penguin", narra Herzog.

Encounters at the End of the World es una mirada fascinante hacia un mundo desconocido para la mayoría de nosotros. Y no por la impresionante cantidad de vida que hay bajo esas aguas heladas, sino por la fascinante variedad de personas que deciden mudarse a un lugar que evidentemente no los quiere ahí. Y bien dice el cineasta: "La Antártida parece la luna, aunque no lo es. Y nos permite imaginar cómo será la vida humana cuando colonicemos otros planetas". Otros mundos. Tal vez esos tampoco nos quieran ahí, pero la falta de comodidad y una gran bienvenida jamás nos ha detenido de continuar explorando.

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